¿POR QUÉ REZAR EL ROSARIO?
Una oración mariana centrada en Jesús
El Rosario es una oración mariana que inmediatamente centra nuestra mente y corazón en el Señor Jesús. Esta sencilla plegaria nos introduce en un ritmo mediativo que nos pone «en comunión vital con Jesús a través-podríamos decir-del corazón de su Madre». En cada Padrenuestro rezamos con las palabras que Jesús mismos nos enseñó y por acción del Espíritu nos unimos a la voz del mismo Hijo; en cada Avemaría reconocemos «el milagro más grande de la histora», la Encarnación del Verbo, y hacemos nuestra confesión de fe de Isabel:"Bendita tú y bendito el futuro de tu vientre, Jesús"; al término de cada decena damos gloria al Padre a través del Hijo en comunión con el Espíritu Santo.
Por otro lado, los misterios que vamos anunciando antes de cada denario nos permiten ir meditando en acontecimientos de la vida del Reconciliador de la mano de la Mdre, En la escuela de María nos vamos compenetrando con el Señor Jesús.
¿Por qué rezar el Rosario? Pues porque con la Madre nos acercamos más a Jesús. Y conociendo y amando más intensamente a su Madre. Desde esta óptica, el Rosario es una práctica espiritual que nos ayuda mucho a ir realizando el ideal vivir como verdaderos hijos de María a través del proceso de amorización:"Por Cristo a María y por María más plenamente al Señor Jesús".
Es importante señalar que el Rosario nos dispone para una más activa y fructífera participación en los Sacramentos, particularmente en la Santa Eucaristía. Como enseña el Papa Pablo VI, «la meditación de los misterios del Rosario, haciendo familiar a la mente y al corazón de los fieles los misterios de Cristo, puede constituir una óptima preparación a la celebración de los mismo en la acción litúrgica y convertirse después en eco prolongado». La idea es que el Rosario esté entegrado armónicamente en el marco de la oración común de toda la Iglesia. «En realidad-dice el Papa Benedicto XVI-el Rosario no se contrapone a la meditación de la Palabra de Dios y a la oración litúrgica; más aún, constituye un complemento natural e ideal, especialmente como preparación para la celebración eucarística y como acción de gracias. Al Cristo que encontramos en el Evangelio y en el Sacramento lo contemplamos con María en los diversos momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Así en la escuela de la Madre aprendemos a configurarnos con su divino Hijo y anunciarlo con nuestra vida».
Sin embargo integrar el rezo del Rosario a la oración litúrgica de la Iglesia no significa mezclarlo o ponerlo por encima. Esto lo recordaba el Papa Pablo VI cuando señalaba el error presente en algunos lugares de rezar el Rosario durante las celebraciones litúrgicas, por ejemplo durante la Misa. Cada cosa a su tiempo y lugar, según su propia naturaleza.
MISTERIOS GLORIOSOS
Miércoles y Domingos
1) La resurrección del Señor. (Lc 24, 5-6) Viviré con gozo porque después de la muerte resucitaré para la vida eterna.
2) La ascensión de Jesús a los cielos. (Lc 2451) Que mis pensamientos, palabras y obras vayan encaminados al cielo.
3) La venida del Espíritu Santo. (Hch 2, 3-4) Aprenderé a amar al Espíritu Santo.
4) La Asunción de la Virgen a los cielos. (Lc 1,45) Pondrè a María como guía que me
ayude de la mano a llegar al cielo.
5) La Coronación de María como Reina de los cielos. (Ap 12,1) Pondré a la Virgen como reina de mi corazón.
Al mismo tiempo que rezas cada misterio, vas también pensando en la intención por la cual ofreciste tu oración.
Miércoles y Domingos
1) La resurrección del Señor. (Lc 24, 5-6) Viviré con gozo porque después de la muerte resucitaré para la vida eterna.
2) La ascensión de Jesús a los cielos. (Lc 2451) Que mis pensamientos, palabras y obras vayan encaminados al cielo.
3) La venida del Espíritu Santo. (Hch 2, 3-4) Aprenderé a amar al Espíritu Santo.
4) La Asunción de la Virgen a los cielos. (Lc 1,45) Pondrè a María como guía que me
ayude de la mano a llegar al cielo.
5) La Coronación de María como Reina de los cielos. (Ap 12,1) Pondré a la Virgen como reina de mi corazón.
Al mismo tiempo que rezas cada misterio, vas también pensando en la intención por la cual ofreciste tu oración.
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