
El Salmo 45 es un cántico de confianza. De un modo vibrante y con imágenes expresivas canta la indefectible confianza que el pueblo de Dios ha de tener en Yahvé.
Dios está en medio de la ciudad, en medio de su pueblo. Por lo tanto no hay nada que temer: "Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza".
Tal vez el origen del salmo se debe al periodo de indescriptible júbilo que siguió a la retirada del ejército de Senaquerib, rey de Asiria, que sitiaba Jerusalén el año 701 a.C. La capital de Judá estaba en sumo peligro, su ruina parecía inminente. El poderoso ejército asirio había invadido el país y años atrás había conquistado la ciudad de Samaria llevándose deportados a sus habitantes.
El rey de Jerusalén, Ezequías, flaquea en su fe. Pero allí está el profeta Isaías que le infunde confianza.
Improvisadamente, en una noche, una tremenda plaga azota el campamento enemigo y millares de soldados quedan muertos. El sitio de la ciudad es levantado. Senaquerib huye precipitadamente a Nínive y entrando en el templo de Nisroc es muerto por la espada (2 Re cc. 18-19).
Estos acontecimientos despertaron en el pueblo judío un enorme alborozo. Vieron palpable la mano de Yahvé que les había sacado del peligro, que les había ayudado. Es muy probable que este pequeño poema provenga de aquel tiempo y exprese los sentimientos comunes que llenaron el corazón de Jerusalén y de Judá ante una liberación tan extraordinaria.
Es un canto a la confianza total en Dios, en la seguridad de que Dios está en medio de su pueblo, y por esto ni enemigos ni extraños no podrán nunca con él.
División del salmo
Este salmo posee una estructura clara y su división es fácil. Consta de tres estrofas, de tres versos cada una, al fin de las cuales se repite el mismo estribillo:
"El Señor de los ejércitos está con nosotros
nuestro alcázar es el Dios de Jacob".
nuestro alcázar es el Dios de Jacob".
La primera estrofa: Dios es seguro refugio, aun en los más grandes descalabros
La segunda estrofa: Serenidad y seguridad de la ciudad santa.
La tercera estrofa: Modo de actuar del Dios de Israel.
Dios, seguro refugio
Con unas imágenes elocuentes nos presenta el salmo situaciones difíciles. Aunque la tierra tiemble por los más grandes cataclismos, aunque los montes se desplomen en el mar y todo sea un caos; aunque las olas del mar bramen y hiervan en torbellino haciendo tambalear la misma base de los montes, no hay nada que temer: Dios está con nosotros. En los mil peligros de la vida, persecuciones y acechanzas, en las dificultades de cada día, ante el temor de lo inesperado, cuando parece que todo va en contra, que uno se encuentra solo, que todo está perdido, el gran pensamiento del salmo 45 es: "Dios está con nosotros".
Esta idea está en perfecta sintonía con otros muchos pasajes de la Biblia que nos enseñan esta confianza absoluta en la ayuda, en la bondad de Dios:
"Aunque vaya por un valle tenebroso no temo nada
porque tú estás conmigo" (salmo 22).
porque tú estás conmigo" (salmo 22).
"El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
el Señor es la defensa de mi vida
¿quién me hará temblar?
¿a quién temeré?
el Señor es la defensa de mi vida
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí
mi corazón no tiembla" (salmo 26).
mi corazón no tiembla" (salmo 26).
Esta idea de que Dios está con su pueblo es la idea-fuerza del salmista. Ante el peligro y el desánimo que producían las dificultades de su misión, los profetas parecían retroceder, pero Dios les alentaba: "No temas, que Yo estoy contigo", o ellos mismos repetían: "No temeré nada, porque tú estás conmigo".
Invitación a la confianza y, en consecuencia, a la serenidad y a la paz, como más tarde nos dirá Jesús: "No se turbe vuestro corazón y nada tema, mi paz os dejo, mi paz os doy" (Jn 14,1.27).
Serenidad de la ciudad de Dios
"La Ciudad de Dios se yergue con tranquilo señorío en el centro del poema" (Alonso Schoekel).
El salmista no solamente considera la protección de Dios en medio de las tribulaciones y peligros. Considera también la parte positiva que se deriva de ella.
Hace mención del correr de las acequias que alegran la ciudad de Dios. En el libro de Isaías (c. 8) encontramos la descripción de las aguas de Siloé que corren mansamente y en silencio bajo la ciudad. Son el símbolo de los beneficios de Dios y de su protección, de la vida de la ciudad y de la paz que reina en ella.
En esta ciudad Dios ha puesto su trono y su morada. Teniendo a Dios en medio de ella, no vacila ni puede temer nada. Desde la aurora el Señor, el guardián de Israel, está atento sobre su ciudad. Y ante cualquier dificultad o invasión, Dios responde y defiende a su pueblo, a la ciudad de su elección.
"No tengáis miedo; estad firmes y veréis la victoria que el Señor os va a conceder hoy... El Señor peleará por vosotros. Vosotros esperad en silencio. Los israelitas vieron la mano de Dios magnífica y lo que hizo a los egipcios" (Ex 14,13.31).
Dios actúa así
El salmista invita a ver el modo de actuar de Yahvé, sus obras en favor de su pueblo. Dios aleja las guerras y los peligros, rompe los arcos y quiebra las lanzas: desbarata el poder del enemigo.
Luego pone unas palabras en la boca misma de Dios, palabras de intimidación a que se rindan, porque contra El nada podrán conseguir ni hacer. Dios es el rey supremo. Y este rey supremo y poderoso es el que está con nosotros, de nuestra parte, es el Emmanuel, el "Dios con nosotros" ¿A qué temer, entonces?
El salmo en nuestra vida
El hombre moderno necesita también confianza y seguridad. Los refugios atómicos y el temor generalizado a peligros y catástrofes nos hablan de nuestra debilidad. La confianza es lo que más desea el corazón del hombre, inmerso entre tantos interrogantes y entre tantas dudas.
La Biblia es una escuela de confianza. La confianza es uno de los mensajes que con más insistencia y variedad nos van repitiendo los dos Testamentos.
El breve salmo 45 nos lo recuerda. Y él mismo nos lleva a la escena de la vida de Jesús que plastifica esta gran realidad: la tempestad calmada (Mt 8,23-26). También las olas bramaban y hervían en la tormenta, como nos dice el salmo. Los discípulos están sobrecogidos de temor. Pero Jesús está allí. Y él mismo les dice:
"¿Por qué habéis temido, hombres de poca fe?"
O en aquella otra escena del evangelio cuando Jesús dice: "No temas, mi pequeño rebaño" (Lc 12,32).
En los días de dificultad, de crisis, de pesadumbre, cuando el temor y la desesperanza llama a la puerta de nuestra vida, sepamos responder con el acento de este salmo 45. Hace siglos que se compuso. Y hace siglos que ha ido siendo alimento y luz, fuerza y esperanza. Está a nuestro alcance.
Nenhum comentário:
Postar um comentário