Sentido de la realeza
La realeza de María es una participación de la realeza de Cristo. María participó en su mediación, colaborando con Él a la redención de los hombres, y participa ahora como mediadora y Madre espiritual en la aplicación de las gracias de la salvación. Participó también en su triunfo sobre la muerte y el pecado; y, en consecuencia, en su realeza.
La realeza de María es una prerrogativa personal, de idéntica naturaleza y de una dimensión similar a la realeza de Cristo, subordinada y dependiente de Él, salvando siempre -como es natural- la distancia que existe entre una pura creatura, como es María, y Jesucristo, que es Dios e Hijo de Dios, de la misma naturaleza que el Padre.
Cristo es Rey del universo, no por la condición de su naturaleza humana, sino por la dignidad de su Persona; porque es Dios e Hijo de Dios. Ahora bien: Cristo es también hombre, que reúne en sí las excelencias y los tesoros de la divinidad.
En atención a su resurrección gloriosa y a su triunfo sobre la muerte y el pecado, Dios le constituyó dueño y Señor de todo lo creado. Rey de reyes y Señor de los que dominan; superior a los Principados y Potestades en el cielo y en la tierra, de suerte que es Rey del Universo, no sólo porque es Dios, sino también en cuanto hombre, con un nuevo título que ilustra su dignidad. Ese título es: haber adquirido por su muerte y su resurrección gentes de todas las razas, pueblos y naciones, y haber adquirido espiritualmente un pueblo de sacerdotes y profetas, al que rige y gobierna mediante la ley del amor.
La realeza de Cristo es de carácter absolutamente espiritual; por eso tiene la supremacía sobre todo, porque el espíritu sobre puja y supera a la materia.
Es una realeza que viene de otro mundo, y que tiene un objetivo más alto que todo lo terreno. Jesús mismo dijo a Pilato: Mi reino no es de este mundo Jn 18, 36). El suyo es un reino eterno y universal, que comprende a todas las creaturas; es el reino de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia; un reino de justicia, de amor y de paz (Prefacio de la Misa de Cristo Rey), que se actúa y subsiste en la inteligencia y en la voluntad de las personas, con una adhesión a la Persona de Jesús y un sometimiento dócil a sus mandamientos.
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